Es conocido lo que Keats decía; que el poeta siempre está perdiéndose: porque al nombrar cualquier cosa de la realidad se identifica con ella. Cierta entrega, sensibilidad y disponibilidad hacia todo lo que aparece (misterioso o evidente; bello, triste o feliz), que, en algún sentido, se asemeja al estado de la infancia.
Los cuentos de José Fraguas, que componen esta Señora grande, son cariñosamente sensibles a la realidad interior de las cosas. Sensibles a las estatuas que habitan jardines de Lanús, panteras rosas, pinochos, caperucitas rojas o poetas melancólicos; a las tías que se fascinan buscando funerales; atentos a las ramas de los árboles que amenazan los cables del teléfono o susceptibles a la desafiante mirada de los santos y los apellidos escritos en las bóvedas de los cementerios. Estos objetos tanto como las camperas que se encuentran descosidas en el "Ejército de la Salvación" , son rescates, hallazgos, encuentros, mediados por la lúcida intuición de un niño "Plus Ultra".
Hay en Señora grande, una mirada atenta, enamorada, dispuesta a dejarse encantar por historias chiquitas, señoras dedicadas, melodramas juveniles. Miniaturas ineludibles, tanto como la sopa, el jabón y la salvación.
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