miércoles, 19 de octubre de 2011

Señora Grande por Lucila Caleta

Es conocido lo que Keats decía; que el poeta siempre está perdiéndose: porque al nombrar cualquier cosa de la realidad se identifica con ella. Cierta entrega, sensibilidad y disponibilidad hacia todo lo que aparece (misterioso o evidente; bello, triste o feliz), que, en algún sentido, se asemeja al estado de la infancia.
Los cuentos de José Fraguas, que componen esta Señora grande, son cariñosamente sensibles a la realidad interior de las cosas. Sensibles a las estatuas que habitan jardines de Lanús, panteras rosas, pinochos, caperucitas rojas o poetas melancólicos; a las tías que se fascinan buscando funerales; atentos a las ramas de los árboles que amenazan los cables del teléfono o susceptibles a la desafiante mirada de los santos y los apellidos escritos en las bóvedas de los cementerios. Estos objetos tanto como las camperas que se encuentran descosidas en el "Ejército de la Salvación", son rescates, hallazgos, encuentros, mediados por la lúcida intuición de un niño "Plus Ultra".
Hay en Señora grande, una mirada atenta, enamorada, dispuesta a dejarse encantar por historias chiquitas, señoras dedicadas, melodramas juveniles. Miniaturas ineludibles, tanto como la sopa, el jabón y la salvación.

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